jueves, 10 de mayo de 2007

Cuando la vida te da limones.... ¡Pues haz limonadas!

Lo irónico del ser humano es que muchas veces rechaza ser algo o tener algo hasta que se ve forzado a ello.

Las novelitas de amor siempre dibujan entre sus páginas las historias de hijos no deseados, creados en un descuidado arrebato de pasión, fruto de una mujer deseosa de una familia y de un hombre con cicatrices en el alma que no quiere reproducir en una familia las marcas que lleva consigo o que teme no estar a la altura de las circunstancias. O bien la pareja es al revés, una mujer (generalmente virgen) que lucha por su independencia y que no piensa en las ataduras convencionales por un hijo y un hombre que desea fervientemente un hijo que continúe su estirpe, o de los que creen que los hijos solo pueden nacer dentro de un matrimonio. (Y no me entiendan mal, que yo también lo creo así).

En ambos casos, se muestra un estereotipo que se repite desde tiempos inmemoriales: "un hijo lo resuelve todo".

¿Y es cierto? ¿Un hijo hace ver en el ser humano aquello que nos hace falta? ¿Nos proporciona esperanza? ¿Nos hace sentir que tenemos la oportunidad de hacer algo para mejorar el mundo?

Quien sabe, puede que sí, puede que no. ¿Puede ser que la sabia y astuta madre naturaleza haya insertado en nuestros genes ese instinto protector y maternal (o paternal) hacia los niños, y (si está muy desarrollado) hacia los seres más pequeños y débiles?

No lo sé. Lo que si se es que tengo varios amigos a quien la idea de la paternidad o maternidad les cambió la vida.

Un ejemplo de ello es María, quien a los 19 años tenía un novio oficial (comprometidos y todo) y un amante, del que estaba perdidamente enamorada y al que no consideraba a su altura para ser su "novio oficial" al contrario del pelele que tenía en ese puesto.

María amaba tanto a su amante que se entrego a él (sin intención, obvio, y por supuesto sin planificación alguna) y de esa juerga que le proporcionó el sexo con amor salió embarazad.

Al principio la idea la conmocionó. ¡Embarazada de un hombre que no era su novio! ¡Ser madre soltera tan joven (porque "ni muerta" iba a "arruinar su vida" con un hombre que no estaba "a su altura" aunque quisiera responsabilizarse)!

Pero luego la idea de ser madre la tomó por sorpresa y la invadió por completo, haciendola soñar cada vez más con lo que haría con ese niño o niña, a quien se parecería, quien lo cuidaría, como organizaría su vida, etc.

Tanto soñó con el bebé que pronto crecería en su vientre que se sintió totalmente desgraciada cuando tuvo un aborto natural al mes y medio, y perdió el embarazo.

Aún ahora, unos seis años despúes, María contempla todavía los bebés con la añoranza de ese niño que hoy tuviera cinco años. "Nunca fui la misma, después de eso. Ahora no me parece tan imposible y tan difícil. Hubiera podido con cualquier cosa por ese bebé".

Y aunque algún día será madre, admite que siempre pensará en ese niño como su primer hijo.

¿No es irónico? La vida te obliga a adaptarte a las situaciones, aún a las que no pides.

No hay comentarios: